martes, 28 de mayo de 2024

Dieta de protección renal


Una de las intervenciones más importantes para evitar la progresión de la enfermedad renal crónica (ERC) es a través del seguimiento de una dieta de protección renal. La ERC se define, cuando el filtrado glomerular está por debajo de 60 ml/min/1,73 m2, con o sin alteraciones estructurales del riñón observadas en el sedimento urinario o por pruebas de imagen o histología.

La prevalencia de ERC es muy variable de un país a otro, con cifras que varían desde el 3,3 % en Noruega al 25,7 % en los hombres de El Salvador. Se estima que el 7,2 % de la población mayor de 30 años en países desarrollados tiene una enfermedad renal crónica (ERC) y muchos de ellos no lo saben. En los de más de 60 años, la prevalencia alcanza el 20 %, pudiendo llegar al 40 % entre los que padecen hipertensión arterial o diabetes mellitus.

Las cinco etapas del daño renal
Son 5 las etapas por la que transcurre el daño renal, reflejándose en la tasa de filtración glomerular (TFG) de la siguiente manera:

Etapas evolutivas del daño renal:
  • I: 90 o más (daño renal con TFG normal)
  • II: 60 a 89 (daño renal con leve disminución de la TFG)
  • III: 30 a 59 (disminución moderada de la TFG)
  • IV: 15 a 29 (disminución severa de la TFG)
  • V: menos de 15 (insuficiencia renal)
Las etapas (I, II y III) son las iniciales del daño renal y pasan inadvertidas al no acompañarse de sintomatología. Precisamente, estos son los casos que están sin diagnosticar y los que se podrían beneficiar de una dieta de protección renal que les ayude a retrasar la progresión del daño. Los pacientes con etapas más avanzadas (IV y V) suelen estar diagnosticados y siguen algún tipo de tratamiento, incluyendo la dieta, por el especialista correspondiente. En esta revisión, pensada para los individuos en riesgo de ERC o con daño renal en las etapas iniciales, abordaremos las recomendaciones actuales en cuanto a una dieta de protección renal.

Proteína animal versus proteína vegetal

El incremento del daño se ha asociado a las dietas hipercalóricas, con excesos de proteínas de origen animal y bajo consumo de frutas y vegetales. Las dietas ricas en proteínas de origen animal aumentan la carga de trabajo de los glomérulos, la producción de ácidos endógenos y termina reduciendo la filtración glomerular.

Por ello, una intervención dietética en el sentido de reducir las proteínas de origen animal y aumentar el consumo de proteína vegetal, frutas, verduras y fibras, sería favorable a la protección renal. Se consigue un impacto en prevención primaria evitando la aparición del daño renal y en prevención secundaria retrasando la progresión de la ERC establecida.

Las principales causas de ERC, diabetes mellitus 2, hipertensión arterial, síndrome metabólico y obesidad, tienen una menor prevalencia entre los que siguen una dieta vegetariana.

En un estudio de cohorte realizado en Teherán, con un seguimiento medio de 6,1 años, se pudo apreciar una reducción del riesgo de ERC del 70 % en aquellos con el nivel más alto de consumo de proteínas de origen vegetal. El impacto también se produjo cuando se excluyeron los casos con hipertensión arterial y diabetes.

Entre los efectos beneficiosos para el riñón de diversos componentes vegetales se citan:
  • Antiinflamatorio
  • Reducción del estrés oxidativo
  • Disminución de la acidosis metabólica
  • Mejora de la resistencia a la insulina
  • Reducción de las toxinas urémicas
  • Disminución de la carga de fosfatos
  • Carga de fosfato y daño renal
Una carga alta de fosfato, habitualmente provenientes de un consumo alto de proteínas, provoca daño en el riñón. Estos efectos deletéreos al riñón pueden ser suprimidos si se añaden a la dieta la albúmina del huevo, la caseína (proteína principal de la leche) y los aminoácidos de cadena ramificada (ACR). Es decir, una buena alternativa a las carnes rojas y embutidos es la incorporación de la leche y derivados bajos en grasa, la clara del huevo y los ACR. Entre los alimentos con alto contenido de ACR se encuentran los lácteos, el huevo, los pescados, leguminosas, cereales y frutos secos. Por cierto, los beneficios son mayores con los cereales integrales respecto a los refinados.

Microbiota intestinal y protección renal

El consumo de fibra dietética se asocia a una reducción de la mortalidad por ERC. El beneficio del consumo de fibras se traduce en el aumento de la producción de ácidos grasos de cadena corta (AGCC) con efecto antiinflamatorio. Ello se consigue por la fermentación de las fibras por parte de las bacterias de la microbiota intestinal. Según un estudio reciente realizado en modelos de animales, una dieta alta en fibra reduce significativamente el riesgo de padecer nefropatía diabética. Las bacterias observadas como promotoras en la producción de AGCC fueron la de los géneros Prevotella y Bifidobacterium.

Una reciente revisión en Nutrients indica que una dieta reno-generativa para inhibir la interleucina IL-11 podría ayudar a la reparación del daño renal. 

Patrón de dieta renal recomendable según el Comité Asesor de Guías Dietéticas:
  • Patrón dietético saludable: ingesta alta: frutas/verduras. Ingesta baja: consumo de sodio/grasas trans y saturadas/azúcares añadidos.
  • Una dieta protectora renal: proteína moderada (0,8-1,0 g/kg de peso corporal/día).
  • Dietas estilo mediterráneo (MedDiet): alto consumo: aceite de oliva/frutas/verduras/frutos secos/cereales integrales. Ingesta moderada: pescado/ave magra/lácteos bajos en grasa/vino tinto. Ingesta baja: dulces/carnes rojas.
  • Enfoques dietéticos para detener la hipertensión (DASH) MedDiet y bajo consumo: sodio/dulces/lácteos enteros/carnes grasas.
Finalmente, hay que recordar que todas aquellas recomendaciones, en cuanto a estilo de vida y dieta, para prevenir la enfermedad cardiovascular, también protegen al riñón.

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